viernes, 6 de enero de 2012

martes 20 de diciembre de 2011
A MANERA DE CARTA ABIERTA
A los nuevos gobernantes, a los líderes políticos, económicos y sociales, a los educadores y al tolimense que anhela prosperidad
Preguntémonos hasta cuándo tendremos que esperar. Lo último sabido es que, según el DANE, el Tolima aportó un menos 2% alPIB nacional en 2010. Incorrecto sería que estos indicadores que evidencian una sostenida tendencia regresiva de la región “pasaran de agache” y correcto que se tomaran como llamado urgente a los tolimenses a que pensemos si tantos años dedicados a “esperar nada”, a “fantasear desarrollo”, deben concluir y si es momento de encarar, sin dilación, la gran disyuntiva histórica: o definimos nosotros un proyecto consistente de futuro para la comunidad tolimense o dejamos a merced del avaro foráneo el destino que a nosotros compete forjar. Inacción, falsas percepciones; PIB negativo; desempleo; crisis en educación y salud; baja calidad de vida; deterioro ambiental; quebranto de convivencia, cesión de soberanía sobre los recursos naturales. Frente a una desventura creciente, un giro radical. 
¿Qué hacer? Primero: reconocer con humildad el fracaso histórico tolimense y, sin acusar personas y si erradas orientaciones, aceptar que es un fracaso del “modelo de partidos políticos nacionales”, del tozudo “enfoque economicista” y, por defecto, del “modelo educativo para el desarrollo”. Segundo: comprender que el regionalismo es la única vía posible de elegir soberana y libremente, sabiendo sí que fundar un proyecto político de tal característica no será asunto fácil, pues exige un nuevo paradigma de la globalización basado en el sentido histórico de los propios sin negar el sentido histórico de otras regiones de Colombia y el mundo; exige un acuerdo de soberanía que ratifique que nuestros recursos naturales, nuestro talento y nuestros esfuerzos son fuente y destino de desarrollo equitativo y sostenible para el tolimense y no ventajas gratuitas para foráneos; exige instituir un modelo político regionalista y democrático y construir un modelo económico democratizado y regionalista; exige admitir de buena gana que la juventud es dueña de un futuro cuyas riendas las debe tomar desde ya.
También se precisa reconocer que la cuestión de la tolimensidad es orgánica y, aunque muchos valerosos dirigentes hoy libran dignas luchas focalizadas (ambiental, sindical, comunitaria, educativo-cultural, salud, género, étnica) ellos han de entender que la “gran cruzada por la regionalidad” es solo una, pero librada en campos diversos para atajarle el paso a esa insaciable “hidra policéfala” que confunde las conciencias y perturba toda visión tolimensista de futuro para así lucrarse impune y abusivamente de nuestras riquezas, usurpar nuestros derechos y hacer de nuestra tierra su colonia y de nuestro trabajo sus ganancias.
La lección histórica del fracaso regional también enseña que nuestros empeños tienen trazas individualistas y grupistas, defectos de idiosincrasia que fragmentan a la sociedad pero del mismo modo permite saber que el asunto de la tolimensidad sólo se resolverá si edificamos una alianza regionalista que conciba lo político como un medio para forjar la nueva historia en democracia y lo electoral sólo como período estacional de lo político y también enseña a descreer de “mesías” que prometen proveer cultura, conocimiento y desarrollo y juzgar que la cultura del desarrollo regional, con certeza, es la única garantía de buenas elecciones y de buen desempeño de todos los elegidos.
Sugiero tres principios cardinales que podrían legitimar la voluntad de unidad tolimense para construir futuro: 1º. DE ORIGEN, VÍNCULO, TRABAJO Y RIQUEZA. Los recursos naturales, económicos y humanos son heredad del tiempo para todos los tolimenses y por tanto intransferibles al foráneo y menos en gratuidad y a costa de subdesarrollo e inviabilidad histórica de la región. Ha de proclamarse que las riquezas regionales son fuente de bienestar para quien por nación o vínculo afectivo y de trabajo contribuye a crearlas, acrecentarlas y protegerlas. 2º. DE INTEGRALIDAD, SOBERANÍA Y AUTONOMÍA. Todo recurso natural y el trabajo de las descendencias deben converger hacia el buen vivir, la equidad y el progreso tolimense y ello supone un derecho y un deber inalienable, autónomo, soberano e histórico de orientar la educación, la ciencia y la cultura hacia el desarrollo regional, de explotar responsablemente los recursos naturales y de realizar las vocaciones individuales y comunitarias. 3º. DE PLURALISMO Y SUBORDINACIÓN POLÍTICA. La verdadera democracia regional sólo será posible si existe un consistente ideario regional que trascienda, con respeto y sin imputaciones de incompatibilidad, al viejo pluralismo político y subordine todo interés partidista al legítimo interés regional.
¡PRIMERO EL TOLIMA, PRIMERO LA REGIÓN! sería el lema de unidad de las personas o colectivos adherentes a la ALIANZA PAÍS PIJAO, sin importar su procedencia ideológico-política, expresión cívica o sector económico; bastaría su anuencia a la idea de que la cohesión social del País Pijao exige raíces de tolimensidad como norte y como guía,
jueves 10 de noviembre de 2011
¡EL MAL CANDIDATO QUE FUÍ!

Adrede me había abstenido de hacer juicios de valor sobre mis quehaceres como candidato a la Alcaldía de Ibagué para evitar mezclar lo emocional con lo racional o que así lo juzgaran. Ahora que evalúo y luego de cavilar sobre la madurez democrática regional, solo atino reconocer que fui un pésimo candidato y que es menester que sea autocrítico y riguroso conmigo mismo y es por ello que tipifico y hago explícitos mis evidentes defectos políticos: retardado, pobre, ingenuo, intolerante, idealista e incorpóreo.

Retardado, porque llegué 50 días antes del día de elecciones. Pobre, porque con 11.2 millones de pesos aportados por generosos amigos y algo de mi magra bolsa financié mi campaña y en algo ayudé a las de otros. Ingenuo, porque creí que el Polo era Partido de virtudes políticas: ideologista, estratega y disciplinado (exceptúo al “Profe”, a Enríquez, a Rodrigo, a Varón y a sus cercanos amigos a quienes debo gratitud, pues mal candidato sí, pero nunca ingrato); porque creí que la “mamera” recurrente era cierta y que en verdad todos anhelábamos otra cosa y que por tanto la mía u otra candidatura alternativa tenía opción; porque consideré que era obligación adelantar una campaña seria y programática. Intolerante, porque ahuyenté muchos “líderes populares” que ofrecían “400 votos” y querían “conversar de un asuntico” conmigo; porque me sulfuré con algunos candidatos al concejo enojados porque no les aportaba dinero a sus compañas. Idealista, porque creí que una idea era superior a un tamal, un mercado o un billete de cincuenta; porque creí que planteando un enfoque municipalista y futurista derrotaría el anacrónico clientelismo y cortoplacismo. Incorpóreo, porque los medios no me vieron, pese a su profesionalismo y su fidelidad a las premisas del equilibro informativo y la imparcialidad.

Enfrente la lucha, como mal candidato tal vez, pero la enfrenté y por ello no acepto lo dicho por un aprensivo fulano que escribe sandeces en El Nuevo Día y quién señaló que habíamos hecho el ridículo, afirmación que no admito por majadera y porque además falta al respeto, no a este indefenso y mal candidato, sino a más de tres mil ciudadanos y ciudadanas respetables, serias e independientes, que no venden su conciencia, que creen que Ibagué y el Tolima merecen mejor destino y que, compartiendo nuestra convicción y voluntad de hacer tolimensismo antes que partidismo y clientelismo, inauguraron un digno espacio para el auténtico voto de opinión. Las luchas nunca son ridículas, ridículas son la cobardía, la majadería, el rencor y la insuficiencia analítica.

Lo digo con sinceridad y firmeza: no creo posible que haya futuro digno para una sociedad cuya democracia es solo un bazar de intereses, condumios y favores y, por ello, sin que se me pidiera y con el debido respeto y cordialidad, aconsejo a los ganadores que accedan a entender pronto que gobernar bien es un sagrado deber que se cumple con o sin elogios y que el verdadero y superior objetivo, el asunto crucial para los nuestros, es construir una consistente identidad tolimensista y estructurar, con fundamento en esa identidad, un proyecto político autonómico, integral y pluralista pensado desde lo social, lo educativo, lo económico y lo público. Esta es la única posibilidad que tenemos de frenar nuestra acelerada caída libre hacia el atraso y la pobreza y de abolir tanta retórica ligera para encauzar el rumbo ibaguereño y tolimense hacia un desarrollo y un buen vivir  justo, equitativo y demostrable.

Quiero confiar en que los ganadores con sus palabras y sus actuaciones sabrán corroborar que con ellos realmente ganó Ibagué y ganó el Tolima y, si así fuere, entonces seré un testigo agradecido y feliz porque pude ver el fin de esa extemporánea, perversa y tenaz constante que nos ha condenado a la tortura de apreciar como algunos siempre triunfan para que Ibagué y el Tolima sigan perdiendo. 
viernes 21 de octubre de 2011
¿ASOMAN OREJAS DE ZORRO?
 Hace varias semanas y de modo sistemático vienen produciéndose noticias nada alentadoras respecto al INSTITUTO IBAGUEREÑO DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO IBAL, noticias sobre antiguos y sabidos problemas que pudiéndose resolver con facilidad, cosa anormal y extraña, nunca se han encarado con decisión, pero si se usan para aguijonear predisposición en la comunidad para que exija soluciones desesperadas. La última noticia sabida, bastante discutible por cierto, es la baja calificación otorgada por Fitch Ratings Colombia (?) por la decreciente generación operativa, la injerencia política y la dependencia de recursos externos. Recordemos que de tiempo atrás vienen martillando sobre cortes, turbiedad, bocatomas, falta de recursos, pero, y he ahí la paradoja, con esa misma persistencia ni se urgen ni se ventilan soluciones concretas y sobre todo soberanas.
No es paranoia el que estemos viendo como empiezan a asomar orejas de zorro acechando el recurso más valioso que poseemos los ibaguereños: el agua. Nada de raro, habidas experiencias, es que se pueda estar montando la película de la inviabilidad del IBAL para enajenarlo a alguna de aquellas trasnacionales de codicia insaciable que todo lo quieren para ellas sin importar la miseria que causen a comunidades tradicionales como la nuestra. Debe recordarse que, con la complicidad de sofistas vende regiones que sostienen que “no importa quién presta un servicio público con tal de que lo preste bien”, ya pasaron a manos foráneas la recolección de basuras, la electrificadora, la telefónica, y muchos otros bienes públicos y privados. “Aquellas” vienen por todo, por nuestros bienes, nuestra dignidad, nuestra soberanía, nuestra esperanza y a cambio solo dejan miseria e incertidumbre. Es hora del ¡no más! del ¡paren ahí!, es el tiempo de un Tolima soberano.
El agua es “el mejor negocio del mundo” porque es el recurso más vital del mundo y, el IBAL, es uno de los pocos “monopolios” económicos admisibles que hay. Capta, trata, distribuye y factura sin competencia alguna, excepto los acueductos comunitarios y por ende no puede ser inviable ni tiene excusa para la ineficiencia técnica y administrativa ya que sus proyecciones financieras no están amenazadas por un competidor, sus estructuras de costos pueden racionalizarse, la tercerización laboral no es necesaria, los controles se pueden ejercer y, desde luego, puede tecnificarse y profesionalizarse. Claro, es imperioso ahuyentar la politiquería que convirtió al IBAL en su caja menor, es necesario rediseñar su modelo empresarial y es conveniente que su junta directiva y sus auditajes cuenten con actores capaces y probos de la sociedad civil ibaguereña.
¡Pilas pues! No debemos confiarnos, el recurso agua es “mil veces” más precioso que el oro porque es insustituible, porque es futuro y, en Ibagué, el agua rebosa, pero está amenazada por la megaminería y está amenazada también por multinacionales del agua, por zorros con acento enredado que ya empiezan a asomar sus puntudas y grandes orejas.

viernes 30 de septiembre de 2011
REGIONES COLOMBIANAS, GOLPEADAS POR LA CRISIS

La crisis mundial tiene por estos días a muchos con los pelos de punta.
En relación con la forma como Colombia puede afectarse por la crisis mundial es preciso subrayar que, si bien se anticipan algunos consecuencias generales en la economía, es necesario identificar el posible efecto a nivel regional, pues resulta inexacto formular una aproximación genérica que cobije a todas las entidades territoriales.
En términos generales, se pueden identificar algunos efectos de la crisis económica mundial en las regiones colombianas, relacionados con operaciones de financiamiento, flujos de inversión extranjera, operaciones de comercio exterior, remesas y regalías.
En primer lugar, y en referencia a operaciones de financiamiento externo, es claro que ante la complejidad de la situación económica mundial resultará más complicado, e incluso más oneroso, adelantar operaciones de financiamiento en el exterior, modalidad que no es exclusiva de la Nación, como lo han demostrado diferentes entidades territoriales que han encontrado en operaciones de crédito o en colocaciones en el exterior, una alternativa para financiar diversos proyectos.
En segundo término, la contracción de las economías desarrolladas tiene siempre una consecuencia en países como Colombia, pues la demanda de materias primas y otro tipo de productos generalmente se reducen con un consecuente impacto en la producción local que, además, puede afectar transitoriamente el mercado laboral.
Al respecto, las regiones con una clara e identificada oferta de bienes exportables deben anticipar de la mano del Gobierno Nacional el posible impacto en la producción y diversificar los destinos de la misma, tal y como se ha hecho en el pasado cuando el país, por circunstancias económicas o políticas, ha visto restringida la demanda de su oferta exportadora por parte de algunas naciones.
En este mismo sentido, y como tercer impacto probable de la crisis en las regiones, es claro que el deterioro de las condiciones económicas en otras naciones puede traducirse en la reducción de la inversión extranjera directa, lo cual también podría tener un efecto nocivo sobre la generación de empleo en varias zonas del territorio colombiano.
Así pues, y aunque el país sigue siendo un destino atractivo para el inversionista foráneo, condiciones adversas en algunas naciones limitarán los flujos de capital provenientes de países en problemas, hecho que debe motivar la búsqueda de inversionistas en naciones que se hayan mostrado relativamente ajenas a los perversos efectos de la crisis mundial.
En cuarto lugar, resulta obvio afirmar que las crisis económicas tienen un impacto fuerte y directo en los niveles de empleo.
En este sentido, el transitorio deterioro en los índices generales de empleo en países como Estados Unidos o España, y como la evidencia empírica lo ha demostrado, tendrá un impacto inmediato en los flujos de remesas que los colombianos que viven en esas naciones envían a Colombia. eso afectará negativamente a ciudades que, como en el caso de Pereira y otros municipios del Eje Cafetero, han observado una histórica dependencia de tales ingresos. Adicionalmente, y como ya se nota en el caso de compatriotas que han regresado de España, una crisis profunda y prologada en el exterior puede ocasionar también la masiva repatriación de colombianos al país, hecho que necesariamente deben advertir y anticipar las administraciones de algunos municipios y departamentos por los posibles impactos sociales de una situación de esta naturaleza.
Finalmente, se pueden citar un par efectos adicionales de la crisis económica mundial.
Al revisar experiencias anteriores, es evidente que las crisis pasadas han tenido también un efecto en el mercado del petróleo, en donde ha sido recurrente la reducción de los precios internacionales del crudo.
Esto, como lo demostró la crisis económica mundial del segundo semestre del 2008, generó una disminución en los ingresos que el país recibió por concepto de exportación de crudo, lo cual afectó en su momento las regalías transferidas a diversos departamentos y municipios.
Ciertamente, la actual crisis puede afectar los niveles de demanda de petróleo, y en consecuencia su precio. Esta situación, al igual que en el 2008, podrá afectar los ingresos que el país recibe por dicho concepto, efecto que de alguna manera será transferido a nivel regional.
Sin embargo, y como algo que algunos sectores pueden considerar positivo, es evidente que las crisis económicas suelen impulsar al alza los precios de metales preciosos como el oro y la plata, hecho que seguramente estimulará aún más la exploración y explotación de estos metales, dándole un nuevo ímpetu a esta actividad y avivando la discusión en relación con polémicos proyectos como los previstos en el páramo de Santurbán, en Santander, o en la mina La Colosa, en Cajamarca (Tolima).
La economía colombiana ha demostrado ser robusta y saludable, además de contar con un alto grado de adaptación ante las adversidades externas.

No obstante, cada crisis es distinta y puede tener efectos inesperados, por lo que resulta indicado que, partiendo de sus características particulares, cada entidad territorial anticipe con juicio y objetividad los efectos que la actual situación mundial podría generar, y de la mano de los gremios, la academia y el Gobierno Nacional se tracen estrategias para mitigar las potenciales consecuencias de la crisis. Ojalá la coyuntura electoral no distraiga la atención a tan prioritaria tarea. 
lunes 9 de mayo de 2011
EXTRAVÍOS DEL PIJAO
Es más que evidente una aberrada mutación histórico-política en el territorio de los Pijaos: el destino de los partidos políticos y las conveniencias de sus dirigentes, con algo de complicidad nuestra, han logrado tornarse en una cuestión más importante y decisiva que el destino mismo de las gentes del Tolima y de sus municipios.
Si los ciudadanos aceptásemos que hemos extraviado aquella lógica política correcta que bien indica que el bienestar de la sociedad es el objetivo cardinal y que el ejercicio político es el medio para alcanzar tal objetivo, podríamos, sin duda alguna, hallar la ruta acertada para transitar hacia tiempos socialmente promisorios. Si, por el contrario, continuamos pasando por alto o viendo como normal la anormal preeminencia del politiqueo y el egocentrismo sobre los fines superiores y si, además, sistemáticamente nos rehusamos a la discusión ideológica sobre la regionalidad y la municipalidad, el futuro de toda la sociedad tolimense obligadamente tendrá que seguir revelándose incierto y nebuloso. 
Si, en su buen juicio, este razonamiento fuese considerado provechoso y oportuno para airear la conciencia política del tolimense, le agradecería lo ayudara a difundir.

lunes 18 de abril de 2011
EL PESO POLÍTICO REGIONAL
En boxeo y en política existen categorías establecidas por una tasación física o apreciativa. El boxeo tiene 17 categorías debidamente reglamentadas con base en el peso corporal del sujeto (por ley física el peso influye en la potencia de pegada), siendo las superiores, pesado y crucero y los allí alistados deben bascularse sobre las 190 libras; las inferiores son, minimosca y paja, y el peso de los allí inscritos debe ser inferior a 108 libras. En política es difícil identificar categorías, pues no están regladas, cosa que debería hacerse prontamente ya que por ley sociológica el peso político específico determina la contundencia (calidad) de las orientaciones, los liderazgos, las decisiones y los resultados. Sugerimos entonces que se establezcan, al menos en dos, las categorías políticas: peso pesado y peso paja, así podríamos asignar al Tolima un puesto en el ranking político colombiano
En el boxeo el peso específico es físico y bruto, en la política el peso específico es de talento e idoneidad, pero, a decir verdad, estos pesos tienden a confundirse en razón a que, como lo expresa Antonio Machado, “todo necio confunde valor y precio”. Buscando impedir que arbitrariamente el merito transmute en brutalidad o la perspicacia en fuerza, diríase que en boxeo un fulano de tal vale lo que literalmente pesa y en política que tal fulano pesa lo que relativamente vale su comunidad.
Si aceptase la noción de valor como atributo intrínseco, una democracia decorosa reconocería que el peso político no es cuestión privativa del actor político (esa sería probable arrogancia) sino de la comunidad electora, pues la valía como cualidad intrínseca no es endosable; diferente es que la vocería y representación de esa valía comunitaria sea tácitamente transferida al elegido. Pareciera quedar claro entonces que el peso político especifico de una región no está determinado por el numero de votos sufragados, algunas veces con engaños, sino por la calidad de su acervo cultural, que, fielmente, expresa  sus virtudes o defectos de identidad, de cohesión social y, substancialmente, de autenticidad, independencia y claridad de su visión colectiva de futuro.
En la medida en que aquellos rasgos culturales que determinan el peso político de una región evolucionen hacia la decencia y la excelencia, ese peso específico irá adquiriendo relevancia y contundencia frente a los poderes centrales, frente a las instancias internacionales y frente a la opinión pública. Si, por el contrario, no hay evolución sino involución cultural, el peso político específico de esa región, encarnado en sus políticos, tendrá exiguo valor y se podrá adquirir a bajo precio, con puestos, contratos, sobornos, embajadas. Sustentamos la tesis de que el peso político específico es de la región y no de cualquier político sin peso, indicando, en palabras de Machado, que “en política solo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela”  
Ahora, una cosa lleva a otra y, pensaría uno entonces, que la cultura, más que asunto de histrionismo, de prosa y rima, de estética o de armonía, es de historia, de antropología, de sociología, de economía, de hacienda pública, de ecoambiente, de coexistencias, de ecumenismo. Si así fuera asumida la cuestión cultural regional, entonces nos veríamos forzados a considerar juiciosamente si el arte socialmente comprometido, en esencia, solo propone alegorías de esa cultura que, para bien o para mal, para acertar o cometer yerros, está imbuida intensamente de creencias e imaginarios afincados en la conciencia y el sentimiento más íntimo del pueblo de tal región.
Vista así la cuestión, pareciera entonces que las luchas a librar no deben desatarse contra las evidentes manifestaciones del subdesarrollo sino contra la conciencia que apacenta ese subdesarrollo o contra las teorías que aducen progreso para producir atraso o contra la ignorancia de unos que a otros les permite medrar.
Porque resulta pertinente, remato recordando que en artículos anteriores aquí publicados he insistido en la necesidad de profundizar sobre el sentido político regional y, para ayudar a este examen, he formulado insistente invitación a examinar, participativamente, una sencilla ecuación: región histórica + región económica = región política. Pienso que el sentido político tolimensista será sólido y favorable solo cuando hayamos trasegado con hondas reflexiones por todos nuestros tiempos y lugares.
martes 29 de marzo de 2011
DE LA LOCURA Y LA CORDURA POLÍTICA DEL PIJAO
Una reflexión regionalista y municipalista
Estamos progresando! Esto osan decir muchos caraduras duchos en maquillar las crudas realidades para fraguar falsas percepciones y también esto lo dicen algunos coterráneos buenos pero ingenuos y generalmente desprovistos de referentes de modernidades y de autonomías. Si mirásemos en retrospectiva, digamos hacia dos o tres decenios atrás, sin mayor dificultad podríamos advertir que en aquellos años de un pasado no lejano los pijaos teníamos mejor equipamiento institucional y mayor dinámica económica y, si de tal manera no se pudiere apreciar, recordemos entonces a Electrolima, a Teletolima, a Hidroprado, a las industrias nacidas de la “Ley Armero”, a las tradicionales industrias de alimentos, metalmecánicas, cueros y plásticos, a las épocas de la agricultura boyante en la llanura y en la vertiente, a las cooperativas influyentes, a las sedes regionales de muchas instituciones nacionales y, recordemos también, como nuestros diversos roles ciudadanos, aunque restringidos, eran protagónicos, mientras que hoy, así deberá reconocerse, ni siquiera de modo restringido somos protagonistas, pues en los días del presente nada de importancia o de relevancia sucede, ni sucederá, por voluntad y decisión de los tolimenses y de los ibaguereños, sino por el acuerdo y los intereses de las burocracias centralistas, de los despachos de los oligopolios nacionales o de las casas matrices de las multinacionales.
En su Carta de Jamaica, Simón Bolívar menciona de Montesquieu esta frase: “Es más difícil sacar un pueblo de la servidumbre, que subyugar uno libre”. Al reflexionar sobre el significado de esta vieja sentencia, nuestro espíritu se aflige instintivamente y un sentimiento de sobresalto nos invade ante el temor, nada descabellado por cierto, de que los tolimenses, tal vez sin percibirlo así, hayamos transitado desde unas épocas de relativa independencia y autonomía hasta unos tiempos sociales de inicua dependencia, lugares estos desde donde solo existe un corto trayecto a la subyugación total. Qué desconsolador, pero este pensamiento sobrecogedor, tan vecino de nuestra realidad, de alguna manera se afinca al constatar nuestra inveterada renuencia a la unidad regional y la tenaz cerrazón a la pluralidad y a las posibilidades de lo diferente y, sobre todo, es un miedo que se incuba y se agranda cuando se pone al desnudo nuestro precario peso político en los espacios nacionales y nuestra desproporcionada crítica atiborrada de lugares comunes, tan inocuos como molestos.
Decía Schopenhauer, citado por William Ospina, que “La locura es la falta de la memoria” y, con respeto al lector y apelando su indulgencia, que otra cosa puede uno pensar sino es que mucho de desvarío político, cantos desorientadores, irrebatibles evidencias de crisis imaginativa, y muchas muestras de incertidumbre social, son los caracteres más palmarios de nuestra singular tipificación de sociedad regional. Claro que así es, nos embrollaron, nos la robaron, nos la enervaron y hoy tolimenses e ibaguereños no gozamos de buena memoria histórica y, justamente, es esa ausencia de coordenadas en nuestros tiempos la que nos convierte en miembros de una estirpe desconcertada, huérfana de sueños decorosos y víctima de tantos intereses tan ajenos como insolidarios.
Es incuestionable, se aprecia fácilmente en el discurso cotidiano, en el escrito diario y en la palabra lanzada al aire, la verdad es que hoy no tenemos agenda alguna de región o de municipalidad y, es el súmmum paradójico, de tan prolífica acuciosidad partidista, de tanto grupo pro electoral y de tanto activismo proselitista, no alcanza siquiera a insinuarse un proyecto político endógeno que pueda liberar las energías colectivas y propiciar nuestra unidad por ideales comunes y, además, si aguzásemos los sentidos, podríamos advertir de igual manera que prácticamente en todas nuestras discusiones, opiniones y teorizaciones del presente, los temas que se ponen en la palestra, además de recurrentes, apenas si son “calentados” hechos con las “sobras” que ayer dejaron otros protagonistas desde otras latitudes.
¿Es verdad que vivimos un lamentable estado de pobreza y desesperanza en un ecosistema regional pleno de riquezas? ¿Es cierto que carecemos de oportunidades en un territorio de promisión? Si estas son verdades de a puño ¿Dónde entonces es que logra inhibirse nuestra imaginación, nuestra vocación y nuestra voluntad política para que, como colectivo regional, podamos asumir las quehaceres de construcción de una equitativa prosperidad, máxime sí tenemos cuenta, por supuesto, que contamos con envidiables recursos que la naturaleza nos tiene reservados para concedérnoslos con generosidad?
Por generaciones enteras los tolimenses hemos sido contaminados, a veces con nuestra incauta aquiescencia, por paradigmas sutiles e inoculadores de dependencia y nimiedad política y en ningún tiempo pasado del cual tengamos noticia se intentó al menos teorizar y proponer la autonomía regional, la defensa de los recursos naturales o el desarrollo endógeno hecho a nuestra medida y promovido por iniciativa nuestra y con nuestro esfuerzo. Lo reafirmamos, no tenemos, no hemos tenido proyecto político alguno de región o de municipalidad y, sin embargo, nos aqueja el turbador y grave equívoco de creer que sabemos mucho de política tan sólo porque por decenios hemos practicado la politiquería y el electoralismo y, parece también, que algunos a estas alturas del siglo XXI aun estamos persuadidos de que la democracia es simplemente el mero ejercicio de votar y rehuimos a la razón cierta de que la democracia solo puede adquirir verdadero sentido y legitimidad en los dominios de la plena equidad social.
Las agencias partidistas, los teorizantes, los catequizadores de prosélitos, las vertientes ideológicas y los colectivos sociales, nunca se han imbuido de regionalismo y de municipalismo y esa insuficiencia ideológico-histórica de contextos territoriales y sociológicos ha hecho que toda nuestra institucionalidad política sea liviana, insípida y ahistórica y nos enceguece para evitar que podamos comprender a cabalidad que la historia del futuro Pijao aun no ha sido escrita y que todo tolimense y todo ibaguereño debería estar totalmente resuelto a que la historia del mañana no pueda escribirse sin su participación.
El Tolima tiene una superficie de 23.500 kilómetros cuadrados e Ibagué una superficie de 1.400 kilómetros cuadrados y, ha de saberse, que en el mundo existen tal vez 100 países o estados del mismo o de menor tamaño que el del Tolima y alrededor de 60 países o estados del mismo o menor tamaño que el de Ibagué, información ésta que permitiría colegir sin mayor dificultad como en nuestra región y en sus territorios municipales, tan ricos, complejos y cercanos, bien pueden caber unas concepciones de Estado, pueden albergarse sueños de sociedad del mismo tamaño de nuestros anhelos, pueden delinearse quehaceres de futuro dignos de una estirpe con vocación histórica y puede, literalmente, apuntalarse un lugar propio para los propios que perdure en el tiempo insondable.
Haciendo un metódico y riguroso examen sociológico, económico y político podría probarse que nuestros tiempos y nuestros espacios sociales son anacrónicos y asimétricos. Anacrónicos porque a la luz de cualquier escenario moderno nuestras estructuras y prácticas productivas, nuestros grados del conocimiento y de la ciencia y nuestro acumulado cultural aparecen como decimonónicos. Asimétricos porque en los, digamos, 80 kilómetros cuadrados del área urbana de Ibagué convive el 40 o 50% de la población tolimense y en los 23.500 kilómetros cuadrados del Tolima se halla el otro 50 o 60% y, ante tal desproporción espacial, poco o nada se intenta hacer para armonizar socialmente los territorios, para explosionar y equilibrar las dinámicas económicas y para tejer social y políticamente lazos de regionalidad y, pese a tanto vestigio de premodernidad, los sofistas, siempre presentes en estos lares, no cejan en vendernos naderías de modernismo empaquetadas en imágenes de modernidad para persuadirnos de que tal como vamos, vamos bien. 
Rayaría en ingenuidad o en inadmisible insensatez pretender que actuando de la misma manera como lo hemos venido haciendo a lo largo de la historia, ibaguereños y tolimenses pudiéramos lograr resultados diferentes a la infortunada construcción que hoy se plasma en circunstancias de pobreza, indignidad y desasosiego y por ello se hace apremiante que todos, usted y yo, accedamos a entender que únicamente con un vigoroso proyecto político regionalista y municipalista, imbuido de incondicional humanismo, es posible trascender esa unidimensionalidad economicista que hoy se erige como faro orientador de caminos de progreso y. con nuevos nortes por guía, podamos incursionar de manera consciente y decidida en una dimensión sistémica, donde la organización social, las estructuras económicas, todo lo entendido como público y la educación para el desarrollo regional y el buen vivir de sus pobladores, se entiendan como categorías connaturales y constitutivas de una misma “concepción de Estado” y por ende con tal carga de sinergia, complementariedad e interdependencia que las haga merecedoras de un mismo énfasis programático-político y de una misma intensidad y dedicación de recursos y de esfuerzos. Privilegiar la unidimensionalidad economicista es tutelar la exclusión y autocondenarnos a la dependencia, abrirnos al pensamiento sistémico permitirá desplegar una perspectiva de futuro autonómica e incluyente.
Aunque resulte inusitadamente provocador es necesario plantear, a manera de conclusión, que esa extemporánea imagen del buen dirigente o del buen gobernante que hoy solemos medir en metros o en kilómetros de pavimento, en pericias con el presupuesto público, en actos de beneficencia o en habilidades para el privilegio, tiene que ceder el paso al arquetipo vanguardista del buen dirigente o buen gobernante que en esencia debe revelarse en su vocación y su voluntad para interpretar y enriquecer los ideales de sociedad que subyacen en los imaginarios ciudadanos, en su honda comprensión de la territorialidad y, desde luego, en su disposición e idoneidad para construir de manera compartida la visión de futuro y los derroteros que habrán de conducir a una sociedad especifica hacia ese futuro ideal por todos anhelado y, así entendido, resultaría ahora apenas pertinente aconsejar a todos los partidos o grupos de poder actuantes en el Departamento del Tolima que se decidan a tomar la sabia decisión de incorporar a “sus plataformas ideológicas” las tesis y las prácticas regionalistas y municipalistas y, siendo aun más osados y habida cuenta de la insignificancia y del fracaso rotundo del politiqueo frente a las expectativas de los tolimenses, podríamos aseverar que ya puede ser el momento propicio para que muchos, sensatamente, consideráramos la decisión histórica de constituir una unión, alternativa, movimiento o partido regionalista Pijao capaz de fundir una ideología regionalista y municipalista con la voluntad política requerida para hacer realidad esos idearios.  

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