Respecto a cómo han incidido los intelectuales
tolimenses en el devenir de nuestra región no podría fijar posición clara y
concluyente, pues tan exigente asunto compete a eruditos y tratadistas, es
decir a aquellos intelectuales y no a un simple ensayista cuartillero que aboga
por la consensuada aceptación del atraso tolimense y, por efecto, la extendida
intención de hallar porqués de ésta digamos que tolerada verdad, pues así
empezaríamos a despejar el camino del futuro. Sobre el rol de la intelectualidad
regional entonces sólo procede plantear algunas lecturas y confiar que haya
interesados en ahondar en tan determinante cuestión.
A lo largo de la historia y para orgullo nuestro,
el Tolima ha aportado al país prohombres de gran lucidez en todas las disciplinas
del saber. Esto es innegable, pero, al mirar la otra cara de la moneda, surge
un interrogante: ¿nuestros eminentes paisanos qué le han aportado al
pensamiento del Tolima? La respuesta a ésta duda muestra que algo extraño
sucede con el magín regional, pues (permítanme un juego de palabras) parece que
por anormal mutación no pensamos la región desde la región o que somos buenos
para pensar el país más no tanto para pensar la región o que pensamos el país
creyendo que pensamos la región.
Aquella rara mutación podría explicar el atraso
tolimense, pues deforma el plano correcto para forjar progreso. En estricto
orden, el hipotético plano exigiría que el intelectual asuma su región como
objetivo de desarrollo y, desde ésta visión, acometa lo nacional y lo mundial
para así establecer la eficaz correlación política de territorio y globalidad.
Invertir tal orden lleva a privilegiar el pensamiento ajeno o lo mismo, permite
la “colonización intelectual” de la región y por ende que ésta sea incapaz de
construir pensamiento para su propio interés. Oportuno el texto de M Fernández
Abella: “Al no poder aceptar que somos libres en jaulas, nos movemos en mundos
de palabras queriendo ser libres”
Ahora y siempre el Tolima tiene y tuvo sesudos
intelectuales cuya cuenta, por extensa, seria parcial y por tanto injusta. De
ilustres pensadores que otrora dieran luces al país uno ignora, como dije, sus
aportes al pensamiento regional y, de algunos contemporáneos, conocemos
trabajos en temas puntuales de historia, sociedad y economía tolimense, pero en
verdad la intelectualidad ha eludido un pensar ordenado y sistemático sobre el
Tolima y más bien, en ciertos casos, se constata que ha sido proclive a la
arcaica mentalidad y las inicuas prácticas que tanto repudiamos e igual, algo tacaños
en análisis profundo y crítica constructiva.
A Gramsci, quien acuñó el adjetivo “intelectual
orgánico” dijo: “El intelectual moderno no es simplemente escritor, sino
director y organizador involucrado en las tareas prácticas de construir la
sociedad”, para nuestro caso la sociedad tolimense. Sobre ésta máxima debería
meditar aquel, que con tonito peyorativo, califica de provinciano a quien
piensa la región y, por creerse ciudadano del mundo, levita y tácitamente
muestra desprecio por su tierra.
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