lunes, 8 de octubre de 2012


¿ENTONCES QUÉ, REVOCAMOS EL MANDATO?

No sería yo buen articulista. Lo digo porque cuando intento escribir acerca de alguna noticia publicada en el “periódico de ayer” siento la fea sensación de estarla embarrando: que soy primario y reactivo y no perspicaz y propositivo; que soy puntilloso y no crítico justo; que vaticino sucesos acaecidos y soy obtuso en prospectiva; que soy moralista o lambón de oficio y no analista ecuánime; que cabalgo con pericia sobre el ayer pero soy lerdo para asir riendas del mañana; que descalifico las ideas ajenas en vez de darles valor y respeto. Pero ahora debo hacer excepción porque leí que ya surgieron solícitos ponentes para revocarle el mandato al Alcalde de Ibagué y esa si es la tapa del cóngolo que hace explotar “la piedra de la paciencia”.

¿Qué busca el revocador? Quizás apilar mas más ruinas sobre las ruinas, es decir, con excusa en los yerros causados por el politiqueo hacer más politiqueo. ¡Desgracia la nuestra! El atraso social, créase o no, es una obra humana y por ello el Alcalde como institución histórica es uno más de tantos culpables del atraso ibaguereño, más no el actual regente, al menos no en sus primeros 18 meses de mandato, lapso en el que se espera precise, en concierto con los diversos estamentos, las coordenadas del desarrollo socioeconómico del municipio. Si para la época sanpedrina del 2013 el prospecto del desarrollo ibaguereño aun no convence, nuestro Alcalde será un eslabón más de la cadena histórica de culpabilidad que progresivamente nos ha ido sumiendo en un atraso real e innegable, pero eso sí, sobrellevado con estoicismo o falsa fe porque cada día lo endulzan con cuentos y promesas de valor accesorio. El ardid revocador es “que todo cambie para que nada cambie”, cuando en verdad lo que urge cambiar (de ello ni mu se dice) es la equivocada noción de desarrollo, el centralismo, el personalismo obsesivo, el desenfreno caudillista y la ineptitud o pereza para “conversar, convenir y confluir”.

Si se aceptara la naturaleza sistémica de la región, igualmente se debería aceptar que por infausto albur los órganos de nuestro sistema, empezando por la visión, sufren deficiencia casi congénita, y por ello es absurdo que muchos órganos con poco vigor (públicos y privados) le exijan a un solo órgano (el Alcalde) que en 8 meses muestre vitalidad. Es innegable que la apatía o el empuje de un municipio solo es un saldo bruto de apatías o empujes de sus fuerzas sociales, económicas y políticas y si nosotros, en más o en menos, tributamos más confusión, desgano y fragmentación que unidad e ideas, entonces sería nuestra obligación “revocar todo anacronismo” e instaurar una nueva cultura política que cohesione y desencadene un ciclo histórico de aciertos. Una paradoja indica que “la persona común es capaz de hacer cosas de excepción” y acá ese ilógico axioma es única opción: los llamados a fundar la justa y moderna praxis del desarrollo tolimense son aquellos líderes de intrínsecas virtudes, pero “educados” por engañosos paradigmas e inducidos en las malas artes políticas. Confiemos en que así será.

Si los revocadores oyeran consejos yo les diría que en vez de andar con avivatadas que confunden la opinión y ciegan perspectivas, dediquen su energía a construir nuevos modelos económico-políticos para Ibagué y el Tolima, a trazar caminos alternativos, a animar debates sobre el desarrollo, a hacer prospectivas sectoriales, a fraguar cimientos de la nueva cultura regional, a llamar a la cohesión social y claro, que desistan del caudillismo, el oportunismo y tantos otros vicios que cada día agravan las desdichas del Pijao. Solo del imperio de la política seria y orgánica pueden emerger los buenos alcaldes, así que “primero lo primero”.