¿ENTONCES QUÉ, REVOCAMOS EL MANDATO?
No sería yo buen articulista. Lo digo porque cuando
intento escribir acerca de alguna noticia publicada en el “periódico de ayer”
siento la fea sensación de estarla embarrando: que soy primario y reactivo y no
perspicaz y propositivo; que soy puntilloso y no crítico justo; que vaticino
sucesos acaecidos y soy obtuso en prospectiva; que soy moralista o lambón de
oficio y no analista ecuánime; que cabalgo con pericia sobre el ayer pero soy
lerdo para asir riendas del mañana; que descalifico las ideas ajenas en vez de
darles valor y respeto. Pero ahora debo hacer excepción porque leí que ya
surgieron solícitos ponentes para revocarle el mandato al Alcalde de Ibagué y
esa si es la tapa del cóngolo que hace explotar “la piedra de la paciencia”.
¿Qué busca el revocador? Quizás apilar mas más ruinas
sobre las ruinas, es decir, con excusa en los yerros causados por el politiqueo
hacer más politiqueo. ¡Desgracia la nuestra! El atraso social, créase o no, es
una obra humana y por ello el Alcalde como institución histórica es uno más de
tantos culpables del atraso ibaguereño, más no el actual regente, al menos no en
sus primeros 18 meses de mandato, lapso en el que se espera precise, en
concierto con los diversos estamentos, las coordenadas del desarrollo
socioeconómico del municipio. Si para la época sanpedrina del 2013 el prospecto
del desarrollo ibaguereño aun no convence, nuestro Alcalde será un eslabón más
de la cadena histórica de culpabilidad que progresivamente nos ha ido sumiendo
en un atraso real e innegable, pero eso sí, sobrellevado con estoicismo o falsa
fe porque cada día lo endulzan con cuentos y promesas de valor accesorio. El ardid
revocador es “que todo cambie para que nada cambie”, cuando en verdad lo que urge
cambiar (de ello ni mu se dice) es la equivocada noción de desarrollo, el
centralismo, el personalismo obsesivo, el desenfreno caudillista y la ineptitud
o pereza para “conversar, convenir y confluir”.
Si se aceptara la naturaleza sistémica de la región,
igualmente se debería aceptar que por infausto albur los órganos de nuestro
sistema, empezando por la visión, sufren deficiencia casi congénita, y por ello
es absurdo que muchos órganos con poco vigor (públicos y privados) le exijan a
un solo órgano (el Alcalde) que en 8 meses muestre vitalidad. Es innegable que
la apatía o el empuje de un municipio solo es un saldo bruto de apatías o
empujes de sus fuerzas sociales, económicas y políticas y si nosotros, en más o
en menos, tributamos más confusión, desgano y fragmentación que unidad e ideas,
entonces sería nuestra obligación “revocar todo anacronismo” e instaurar una
nueva cultura política que cohesione y desencadene un ciclo histórico de
aciertos. Una paradoja indica que “la persona común es capaz de hacer cosas de excepción”
y acá ese ilógico axioma es única opción: los llamados a fundar la justa y
moderna praxis del desarrollo tolimense son aquellos líderes de intrínsecas
virtudes, pero “educados” por engañosos paradigmas e inducidos en las malas
artes políticas. Confiemos en que así será.
Si los revocadores oyeran consejos yo les diría que en
vez de andar con avivatadas que confunden la opinión y ciegan perspectivas, dediquen
su energía a construir nuevos modelos económico-políticos para Ibagué y el
Tolima, a trazar caminos alternativos, a animar debates sobre el desarrollo, a hacer
prospectivas sectoriales, a fraguar cimientos de la nueva cultura regional, a llamar
a la cohesión social y claro, que desistan del caudillismo, el oportunismo y
tantos otros vicios que cada día agravan las desdichas del Pijao. Solo del
imperio de la política seria y orgánica pueden emerger los buenos alcaldes, así
que “primero lo primero”.