LA IMAGEN DEL SEÑOR
ALCALDE
Inapelables son los
sondeos de opinión que develan la imagen del gobernante frente a la opinión y
predecible el gozo o rechazo de este frente al resultado. Para Ibagué no es
bueno que su mandatario lleve el farolito en este ranking maniqueo, pues el
sondeo, más que calificar al Alcalde, tácitamente revela una común percepción
de la realidad y, de algún modo, el nivel de autoestima colectiva. Ibagué va
mal, es verdad, pero toda la culpa no es del señor Alcalde y sí de “cochadas”
de dirigentes que nunca estuvieron a la altura del deber y por ello digo, con
respeto y en contravía a lugares comunes esgrimidos como defensa, que el
Alcalde inmolado por el tal sondeo y todos nosotros, cambiando paradigmas de
mérito y gestión pública, podríamos concitar la autocrítica y el debate para
destapar las causas del atraso y la inercia. Sugiero un nuevo marco
paradigmático:
No ejecutar actos de
gobierno para ganar imagen. Hemos de saber que la imagen personal como objetivo
prioritario es yerro narcisista y patético propio de culturas políticas
decadentes y de círculos de poder afectados de megalomanía. Reconocimiento
digno y a veces histórico se otorga a aquellos que sin calcular eventos de
prestigio o impopularidad demuestran real compromiso social y cumplen recta y
sagradamente sus deberes. La imagen del funcionario público o del líder jamás
debe ser un fin maquinado, debe ser libre y merecida gracia popular por un
deber bien cumplido.
Prohijar sin miedo el
debate público sobre asuntos de interés común y prestar oído fino a críticas
justas y consejos generosos y bien intencionados que sólo puede provenir de
personas con carácter e independencia. Elogios e insinuaciones en cuchicheo son
mañas de áulicos y palaciegos y suelen entrañar segundas e mezquinas
intenciones que perjudican al mandatario y la sociedad.
Entender que hechos
normales de gobierno no tienen que merecer distinción excepcional. Así como una
persona no merece Cruz de Boyacá o medalla al ciudadano emérito por lavar loza,
barrer o sacar al perro, un alcalde no merece encomio especial por tapar
huecos, otorgar becas, pintar escuelas o cualquier labor con cargo a un rubro
del presupuesto público. Todos esperamos que un sujeto común o un alcalde
normal hagan lo mínimo que deben hacer y solo quien coadyuva a cambiar el curso
de la historia, ésta, tal vez, le otorgue sitio especial. Quien tiene
iniciativa, es prospectivo, inclusivo, lidera, indica caminos, oye, convoca,
cohesiona, acuerda, protege (y no es rosquero) él, sin buscarlo, sin duda
recibirá reconocimiento de excepción. Esta es la cuestión.
Saber que el
ciudadano, así deba ser testigo impotente de cuanto sucede, no es memo y sabe
bien quienes protegen o enajenan el patrimonio público. La sabiduría popular es
cierta así la cultura política sea débil y es por ello, y por ética, que
gobernantes y dirigentes no deberían hacer cálculos estratégicos sobre debilidades
comunitarias y sí sobre sus fortalezas y potencialidades. El respeto a las
persona diferencia al legítimo líder del anacrónico manipulador y al buen
político del politiquero. Sobre cultura cívico-política nuestras universidades, UNIBAGUÉ y UT,podrían investigar y aportar propuestas orientadas a calificar el
desempeño participativo de los ibaguereños.
Creer que sólo un
equipo idóneo puede imaginar, crear, confiar, proyectar y liderar tareas
complejas y sistémicas que rebasan el límite de competencia del tecnócrata. El
Tolima, en todo campo, tiene personas capaces para organizar equipos
eficientes, razón por la cual mandatarios y dirigentes no tienen excusa para
argüir imposibilidades. Como “anillo al dedo” les caería este fallo de Newton:
“Si he logrado ver más lejos, ha sido porque he subido a hombros de gigantes“.