Basta
aceptar un axioma de Einstein para que el tolimense descubra que la región vive
una historia de locura. Señaló el sabio: “Locura es hacer lo mismo una y otra
vez esperando obtener resultados diferentes”. El obvio corolario de éste axioma
exige vencer el hábito de pensar y obrar de manera mecánica y tozuda para no
reproducir realidades que avergüenzan e invita a proceder con sentido distinto
y de modo distinto para edificar nuevas realidades. Pero… ¡He ahí el problema!
Comprobamos
aquel hábito de locos con tan sólo observar como gente buena, perspicaz,
dedicada y sensible socialmente (aunque no falta “el caspa”) que desempeñan
roles de dirigentes gremiales, políticos, académicos, culturales y sociales, trabajan
y trabajan con tesón para construir desarrollo con resultado negativo, a juzgar
por realidades palmarias y no por modelos estadísticos oficiales que siempre y
descaradamente concluyen en que “todo va viento en popa”.
En documento
extenso Oxfam reveló recién una verdad innegable y palpable: “el 1% más rico de
la población mundial posee más riqueza que el 99%”. En “el mundo de todos”, incluida
Colombia, la riqueza se concentra y la pobreza se propaga de modo humillante y,
aun así, el Tolima insiste en su apego a rancias creencias de desarrollo que “regiones
cuerdas” (desarrolladas) abolieron tiempos ha para poder hallar nuevos caminos
de prosperidad económica y equidad social.
¿Por
qué cuesta tanto cambiar esa arquitectura mental que sólo reproduce dinámicas
infecundas socialmente? La respuesta empezaría a emerger si reflexionamos
desapasionadamente sobre lo señalado por Carlo Cattaneo, pensador italiano de
mediados del siglo XIX. Dijo Cattaneo: “Los pueblos que se hacen pequeños en su
pensamiento se hacen débiles en sus obras”
A
gremios, sectores políticos progresistas, académicos, líderes sociales,
periodistas, gestores de la cultura y demás, si aceptaran, con respeto les
diría que dediquen un tiempo a examinar la tesis de que el verdadero desarrollo
sólo se levanta sobre cimientos que denomino construcciones sociales y que, para
convertir el trabajo en progreso y extinguir la pírrica paradoja del esfuerzo
que origina atraso, es necesario contextualizar alcances y contenidos de sus
planes de gestión.
Que
el progreso sólo brota en terreno abonado es lugar común en el que se debe
tomar partido, pues algunos creen que terreno abonado es la facilidad de
inversión, la obsecuencia al gran poder y los negocios en sí, así carezcan de
ética y sentido histórico-social y otros opinamos que “tierra abonada” es la
comunidad imbuida de cultura identitaria, histórica, autonómica y solidaria,
valores sobre los cuales se levantan las construcciones sociales que forjan y
hacen sostenible el equilibrio entre el desarrollo económico y el buen vivir de
todos… y todos somos todos y no unos pocos.
Así
como se diseña y edifica con hormigón, también se diseña y edifica lo social: identidad,
espíritu emprendedor, sentido de pertenencia, sentido histórico, valores éticos
y estéticos, conocimiento del territorio y la biodiversidad, espíritu
autonómico, civismo, cultura política, cultura económica, espíritu asociativo,
poder ciudadano y más. Solo faltan arquitectos e ingenieros sociales.
El
nefasto populismo político y el cicatero pragmatismo económico se incuba en
rancias ideas del desarrollo, mientras que un auténtico proyecto político y una
correcta visión estratégica de futuro sólo proceden de una simbiosis de
construcciones sociales. Este debate está haciendo falta.
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