Agradezco
sinceramente a quienes leen mis habituales escritos sobre la región y su
desarrollo; los mensajes que recibo de muchos de ellos mejoran mi lectura sobre
lo históricamente ocurrido en el Tolima y aclaran enfoques prospectivos que no
dudo revolucionarían el debate sobre la dirección estratégica que debemos
seguir para lograr la prosperidad cierta de los tolimenses.
Algunos
lectores son especialmente deferentes al subrayar loables aportes de gremios,
academia o entidades sociales para edificar progreso. A ellos digo que valoro
como el que más cada iniciativa de los dirigentes para imaginar y planear el
progreso, pero tengo una gran duda, ¿por qué persiste la tendencia al atraso
pese al ahínco en construir progreso? Admitir esta paradoja, al menos como tema
a discutir, lleva a más interrogantes: ¿En qué fallamos? ¿Qué omitimos? ¿Qué
hacer?
Examinando
“esos qués” que hacen fallido el empeño para lograr progreso, la primera
conclusión dice que no es igual pensar el desarrollo desde el frío modelo
economicista que pensarlo desde un enfoque “simbiótico” (territorio, sociedad,
equidad, economía), que exige obedecer principios de ética social y bien común
y tomar como ejes cardinales el sentido histórico-político, la identidad, el
sentido de pertenencia, la pluriculturalidad regional, el tejido social, el
conocimiento del territorio, etc. Mi reiterada tesis se resume en que sin
construcción social la economía no origina desarrollo.
Sé
que es bueno y acertado avanzar en competitividad, tecnología, innovación, emprendimiento,
visón estratégica, pero igual sé que es malo y equivocado enajenar patrimonios
públicos, recursos naturales y empresas estratégicas, privilegiar contratistas
y consultores foráneos, ignorar el daño ambiental, venerar el centralismo. La
sólida conciencia regionalista infunde humanismo a lo bueno e impide propagar
lo malo que, aun siendo de buena fe, es causa de atraso, pobreza y exclusión.
La
formalidad normativa del país pareciera andar bien: buena constitución (?),
leyes y decretos, Conpes y políticas públicas a granel, sistemas de planeación,
planes de desarrollo, institucionalidad publica, en fin. El burócrata liviano
tiene asidero legal y teórico que usa para crear percepciones de progreso, pero
insisto: En el Tolima la historia enseña que pese a la sana intención el atraso
arraiga cada vez más hondo, razón que invita a cuestionar viejas tesis sobre la
génesis del desarrollo.
Si
Colombia es “país de regiones” o queremos que sea, a nosotros incumbe construir
la nuestra a partir de tantas ideas diversas pero concurrentes que pueden
amalgamarse para estructurar una coherente visión de desarrollo y una compleja
y consistente arquitectura de región progresista y moderna, en clara oposición
a teorías que han sido ineficaces cuando no regresivas.
El
hecho de querer ser propositivo y no crítico prejuiciado o contestatario cerril
me exige terquear en que es vital abrir, con liberalidad y sin dogmas
irrefutables, un abierto y franco debate respecto al progreso social,
territorial y económico, tema que dado su carácter sistémico no es privativo de
la política o la economía, al contrario, es deber de todas los estamentos
sociales puesto que ellos pueden decidir que la política sea decente y la
economía humanista o que sigamos en las mismas.
Tengo
certeza de que por los trillados caminos que hoy transitamos jamás llegaremos
al desarrollo y, por lo mismo, creo que estamos en mora de tomar vías
alternativas que de hecho existen y a las que se accede o desecha empezando por
decidir frente a dos encrucijadas: ¿es verdad o no que el atraso se hizo
endémico y creciente? ¿Es verdad o no que el tolimense es el único responsable
de producir un quiebre histórico en su región? Nada cuesta soñar con oír
respuestas.
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