¿ES CURABLE EL MAL DEL
ALDEANO?
¿Será que me gano un sermón por hacer una peliaguda
imputación? Asumo riesgos y digo que sí, que los tolimenses somos bivalentes;
en parte provincianos, para honra y orgullo y en parte aldeanos faltos de
perspectiva e imaginación. No por virtud y sí por defecto, algunos creemos que
el Parque Murillo Toro es el ombligo del mundo y apenas si entendemos que allende
de fronteras y mares hay regiones como la Pijao, a veces de menor extensión y
menos recursos, que lograron el desarrollo, que están próximas al ideal del
buen vivir, que su futuro es más seguro que incierto y ello por una razón capital:
sus luchas históricas se libraron bajo banderas de identidad, autonomía y
unidad y sus paradigmas de universalidad se construyeron sobre una base de
conciencia raizal.
No hay peor
error que hacerle el feo al prospecto del desarrollo regional y asirse al perfil
desarrollista que nos imponen con cuentos chimbos, que no chinos, puesto que la
China hoy no es fábula sino envidiable realidad de difícil lectura para un magín
de lugareño. Considero urgente que los líderes tolimenses salgan de viaje, real
o virtual, para ver el mundo desde otras perspectivas y así alimentar
imaginarios correctos de región, claro, sin emular la torpeza de aquellos
burócratas y políticos que en el pasado anduvieron por el mundo; que fueron,
miraron y nada vieron; miraron campiñas, industrias, alcázares y rostros
tranquilos, pero no supieron de las luchas históricas de esos pueblos superados,
de la visión que alienta la voluntad de sus líderes, del valor seminal de su identidad,
de su vocación asociativa para lograr intereses comunes. Yo, rústico aldeano,
escaso de saberes sobre cómo se edifica una sociedad del bienestar, estoy
obligado a afinar mis juicios sobre el desarrollo para ampliar mi pensamiento
político, para saber que propongo y para rebatir con razones serias a los
mentores del embauque y eso intento hacer, así sea de manera virtual.
¿Es curable el mal del aldeano? Claro que sí y he aquí
la receta: 1. Eliminar la envidia de la dieta diaria. 2. Ingerir semanalmente grandes
dosis de información sobre regiones desarrolladas en el mundo y 3. Controlar la
hipertensión del ego. Para iniciar el tratamiento sugiero dos cosas:
Primera: Hacer un acuerdo de entereza tolimensista para
aceptar que somos una región subdesarrollada. Aceptar tal verdad no es causa de
vergüenza, por el contrario, fortifica el carácter y acerca nuestras voluntades
para emprender la búsqueda conjunta de salidas a una situación que ya es
intolerable. Segunda: Que todos los miembros del Concejo de Ibagué hagan un
viajecito para conocer cómo se gestiona un municipio desarrollado y sugiero a
Vitoria-Gasteiz, Capital Vasca y Capital Verde europea que en los últimos años ha
sido especialmente deferente con Ibagué. De no haber presupuesto y mientras los
honorables hacen meritos para ser invitados, sugiero que el viaje lo paguen con
un mes de su salario. Creo que los ibaguereños no censurarán esta iniciativa,
al contrario, loaran su sensata decisión de informarse sobre el desarrollo. Con
gusto y gratis, si a bien lo tuviesen y mi opinión no causa enojos, el suscrito
podría ayudar a construir la agenda del viaje.