jueves, 23 de agosto de 2012


¿ES CURABLE EL MAL DEL ALDEANO?

¿Será que me gano un sermón por hacer una peliaguda imputación? Asumo riesgos y digo que sí, que los tolimenses somos bivalentes; en parte provincianos, para honra y orgullo y en parte aldeanos faltos de perspectiva e imaginación. No por virtud y sí por defecto, algunos creemos que el Parque Murillo Toro es el ombligo del mundo y apenas si entendemos que allende de fronteras y mares hay regiones como la Pijao, a veces de menor extensión y menos recursos, que lograron el desarrollo, que están próximas al ideal del buen vivir, que su futuro es más seguro que incierto y ello por una razón capital: sus luchas históricas se libraron bajo banderas de identidad, autonomía y unidad y sus paradigmas de universalidad se construyeron sobre una base de conciencia raizal.
 No hay peor error que hacerle el feo al prospecto del desarrollo regional y asirse al perfil desarrollista que nos imponen con cuentos chimbos, que no chinos, puesto que la China hoy no es fábula sino envidiable realidad de difícil lectura para un magín de lugareño. Considero urgente que los líderes tolimenses salgan de viaje, real o virtual, para ver el mundo desde otras perspectivas y así alimentar imaginarios correctos de región, claro, sin emular la torpeza de aquellos burócratas y políticos que en el pasado anduvieron por el mundo; que fueron, miraron y nada vieron; miraron campiñas, industrias, alcázares y rostros tranquilos, pero no supieron de las luchas históricas de esos pueblos superados, de la visión que alienta la voluntad de sus líderes, del valor seminal de su identidad, de su vocación asociativa para lograr intereses comunes. Yo, rústico aldeano, escaso de saberes sobre cómo se edifica una sociedad del bienestar, estoy obligado a afinar mis juicios sobre el desarrollo para ampliar mi pensamiento político, para saber que propongo y para rebatir con razones serias a los mentores del embauque y eso intento hacer, así sea de manera virtual.  
¿Es curable el mal del aldeano? Claro que sí y he aquí la receta: 1. Eliminar la envidia de la dieta diaria. 2. Ingerir semanalmente grandes dosis de información sobre regiones desarrolladas en el mundo y 3. Controlar la hipertensión del ego. Para iniciar el tratamiento sugiero dos cosas:
Primera: Hacer un acuerdo de entereza tolimensista para aceptar que somos una región subdesarrollada. Aceptar tal verdad no es causa de vergüenza, por el contrario, fortifica el carácter y acerca nuestras voluntades para emprender la búsqueda conjunta de salidas a una situación que ya es intolerable. Segunda: Que todos los miembros del Concejo de Ibagué hagan un viajecito para conocer cómo se gestiona un municipio desarrollado y sugiero a Vitoria-Gasteiz, Capital Vasca y Capital Verde europea que en los últimos años ha sido especialmente deferente con Ibagué. De no haber presupuesto y mientras los honorables hacen meritos para ser invitados, sugiero que el viaje lo paguen con un mes de su salario. Creo que los ibaguereños no censurarán esta iniciativa, al contrario, loaran su sensata decisión de informarse sobre el desarrollo. Con gusto y gratis, si a bien lo tuviesen y mi opinión no causa enojos, el suscrito podría ayudar a construir la agenda del viaje.